Se me ocurrió, mientras dormías,
repasar de memoria, como los alumnos aplicados,
el atlas de geografía de tu cuerpo.
el atlas de geografía de tu cuerpo.
Chis, me dices, y pierdo el hilo cuando recito
todos tus recodos y caminos.
Luego se me ocurrió inventariar tus lunares.
Cada uno merece, al menos, un beso,
un hueco en mi memoria.
Pero te giraste, me diste un abrazo,
y perdí la cuenta.
Vuelta a empezar.
(me resisto a dormir teniéndote a mi lado).