Cuando me llamaron de aquel circo para participar en su gira mundial no podía creérmelo. Íbamos a recorrer el planeta en caravana, con leones, payasos, hombres de goma, mujeres barbudas y toda la troupe. ¡Y yo iba a participar en ese gran espectáculo!
Me habían ofrecido un empleo como ayudante de mantenimiento. Algo así como “chico para todo”, pero para mí era más que suficiente. Mi sueño de viajar alrededor de los cinco continentes había tomado la forma de una carpa de circo, de días de carretera, de noches de espectáculo, de sonrisas y suspiros de admiración, de gestos de incredulidad y de acróbatas que saltan al vacío sin red.
Luego, una semana antes de que empezara la tournée, mi sueño de aventuras y libertad comenzó a resquebrajarse: ausencia de contrato laboral, falta de alta en la Seguridad Social; no existía un calendario de festividades concreto, ni tampoco un canal de comunicación entre el patrón y los trabajadores; no quedó claro cuál era la retribución por horas extraordinarias o si existía o no prorrateo de las pagas de julio y diciembre; no se pactó el régimen de trabajo a turnos, ni tampoco se fijó un fuero arbitral para el caso de conflicto laboral.
Dos días antes de que partiera la expedición decidí que el circo no era lo mío. Mi odisea podía esperar aún un tiempo más.
Un día antes de que el circo iniciara su tour fui a comprar el temario de oposiciones a la Diputación Provincial.
Hoy ha comenzado la gira circense. Yo ya me sé los dos primeros temas.