ABOGADO EN TIEMPOS DEL CÓLERA

Nada escapa de las garras de la todopoderosa mano invisible del mercado.
La educación -la privada, pero también la pública-, el pan, la sanidad o las relaciones sociales caen dentro de la perversa -por injusta- lógica mercantil.
Si hace algunos años identificábamos el mercado como ese lugar físico en  donde se ofrecían y adquirían alimentos (o en un sentido más amplio, bienes y servicios), sin que ello nos abocara a realizar ningún enjuiciamiento ético, de un tiempo a esta parte asistimos, como impotentes espectadores, a la comercialización de la vida humana. El mercado -otrora una institución útil para el intercambio- se ha tornado en inabarcable sinécdoque, tomando el todo por la parte. Esa desnaturalización, que todo lo cubre, corrompe lo que toca. No es el mercado, es la mercantilización. No es la economía, es el economicismo.
En esta almoneda pública en donde todo se vende y se compra, en donde cada cosa o persona tiene un precio -no confundir con valor, como nos enseñaba el poeta- la abogacía no iba a ser menos y también se ha visto  subastada por las reglas del mercado. Esto se aprecia en las tripas de las grandes firmas, las ubicuas corporaciones con sedes en cada rincón -susceptible de explotación- del planeta, pero también en la literatura. Por eso mismo es un placer alejarse del mundanal ruido y refugiarse entre las páginas de «El caso Collini» (editorial Salamandra) del escritor-abogado alemán Ferdinand Von Schirach.
La primera novela de este penalista al que muchos ya conocíamos por sus dos imprescindibles y desconcertantes libros de relatos «Crímenes» y «Culpa» –ambos también publicados por Salamandra- es, entre otras muchas cosas, un alegato en favor del abogado (defensor) artesanal.
Con un lenguaje preciso, desnudo de artificio y ajustado como un reloj suizo, plantea en apenas un centenar y medio de páginas diversos dilemas morales (¿defender al asesino confeso del abuelo de un amor de juventud y de un buen amigo?) profesionales (¿se puede comprar la lealtad de un letrado?), políticos (¿es admisible legislar contra el pueblo y de manera injusta?), jurídicos (¿qué motivos pueden, o no, justificar un asesinato?) o sentimentales (¿a cuánto se está dispuesto a renunciar por amor?). Estas cuestiones se dan cita entre los vericuetos de una adictiva trama judicial en la que la ley es sólo un momento accidental de la Justicia.
A todos estos retos, tan heroica como cotidianamente humanos, se enfrenta el joven Casper Leinen, un buen estudiante de derecho que «siempre había querido ser abogado defensor» y que desdeña la vida en «esos despachos de ochocientos abogados» donde «los jóvenes parecen banqueros» y su mundo se «reduce a cifras»; una variante de la abogacía que se esconde y huye de los tribunales -¿de la Justicia?-, buscando cobijo en consejos de administración y consultoras internacionales. Caspar Leinen es justo lo contrario: ama el riesgo del estrado. Arde en deseos de ponerse una toga y defender a un cliente acusado de un grave delito, alguien frente a quien la maquinaria del Estado, sin freno, puede engullir entre sus fauces de Leviatán que ejerce una violencia investida de teórica legitimidad.
En su lucha por el derecho nuestro protagonista se habrá de batir el cobre con el veterano abogado Richard Mattinger, un mito viviente célebre por su defensa, entre otros casos, del proceso de Stammheim, donde peleó por los derechos de los inculpados: «sólo puede haber justicia si el proceso ha sido limpio», arguye en una lección, con ecos del profesor Ferrajoli –y es que Von Schirach deja traslucir su profunda formación jurídica en cada página, eso sí, veladamente, sin alardes, con una prosa aséptica que parece un informe de autopsia. Es un cumplido.- que nos sirve para recordar qué sea eso, tan olvidado y huérfano, del Estado de Derecho.



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