Todo vuelve a empezar y nada hay nuevo bajo el sol se puede leer al comienzo de Sinuhé el Egipcio, la novela que Mika Waltari publicó a mediados del siglo XX y que relata las aventuras y desventuras de un médico hace más de tres mil años.
Sin embargo, detrás del hermoso lirismo de la frase se esconde una perversa y no necesariamente cierta visión del mundo: todo está escrito, nada podemos hacer por cambiarlo, son lentejas, es el fin de la historia.
Algo de lo que no siempre fue como ahora lo conocemos, y sí es nuevo bajo nuestro sol, es el mercado total. El filósofo César Rendueles nos recuerda que el comercio, hace no mucho, era algo limitado en el tiempo y en el espacio. Ocurría en un lugar determinado y en un momento concreto. Como el mercadillo de los lunes de mi pueblo.
No obstante, en los últimos años la oferta y la demanda lo ha invadido todo. El mercado es global, está veinticuatro horas abierto a golpe de clic y la publicidad nos anima a comprar casi cualquier cosa: políticos, amigos, títulos universitarios o los vientres de las mujeres.
En este nuevo comercio que todo lo contamina, también están de saldo nuestros derechos fundamentales. Nos hemos habituado a traducir cada derecho a su coste económico, a su equivalente en dinero, por eso mismo, ante el miedo (real o infundado) de hasta cuándo se podrá mantener el vigente y moribundo estado de cosas, siempre al borde del abismo, hay quien no duda -en un egoísta y sesgado ejercicio de ahora o nunca- en estar dispuesto a malvender sus derechos, o los de los demás, a cambio de poder disfrutar, desde ya, del teórico dinero que cuesta mantenerlos.
La necedad de confundir valor y precio.
Columna leída en HOY POR HOY CÓRDOBA (CADENA SER) el 27/12/18.